Escalar a la montaña (Katanga)

vidrio, tela, mural, barro, metal, madera, lámpara

dimensiones variables

Angelinna, Galeries Rivoli, Bruselas, Belgica

2020

 

Escalar a la montaña

La obra de esta joven artista cubana me pone a mí, la casi anciana europea, que, sin saberlo realmente, está imbuida de humanismo progresivo y de un sospechoso universalismo colonial, ante mis grandes interrogantes de adolescente, a las que sin duda no es inútil volver después de algunos años, con la mayor asiduidad posible, para esperar el consuelo que podría producir la sensación de una pequeña respuesta. ¿De dónde viene la humanidad? ¿Qué es la cultura? ¿Qué significa la palabra naturaleza? ¿Qué había aquí antes de que pasara todo esto? Tim Ingold, en su libro «Caminando con Dragones», vuelve a una visión de la antropología occidental y propone, en particular para responder a estas preguntas, sustituir la actual articulación tecnología-lenguaje-inteligencia por otra articulación, capaz de sacar al hombre de su entorno, que sería la artesanía-canto-imaginación.

Parece que Jenny Feal comienza embarrando su espacio de trabajo con una mezcla de tierra cruda y agua. La génesis de un proceso fluido que lleva al gesto. Extendiendo, modelando, dibujando, grabando, colocando objetos y creando relaciones, es decir, imaginación. Entonces todo está en su lugar para la narración. Se trataría de contar, o incluso cantar, con dulzura y poesía, y de coser historias que se han deshilachado como resultado de demasiados análisis consecutivos y como resultado de identidades construidas en oposición a otras identidades. Como si primero fuera necesario refundir paisajes fragmentados por barreras históricas, políticas e ideológicas. Encontrar en el barro estas hermosas historias desnudas, sin cara a cara y por lo tanto sin pudor. Estas historias sin historias, que surgen del contacto con el medio ambiente, se construyen con una inmediatez en relación con los demás, con la naturaleza, con los materiales presentes y disponibles para la manipulación, para el montaje. Una vez que la continuidad se encuentra de nuevo, una vez que el paisaje de antes combina con el ulterior, una vez que los cantos del pasado se funden literalmente en aluminio (un metal particularmente conductor), entonces sí, podemos escalar la montaña de nuevo. Desde allí arriba es posible tener un punto de vista y los símbolos pueden vestir nuestras prácticas. Pero ahora recordaremos su fluidez vernácula.

¿Por qué los cuentos, por muy crueles que sean, todavía se las arreglan para consolarnos? ¿Es porque se les escucha, con el pulgar en la boca, más allá de las palabras, los ojos fijos en la boca que las articula? ¿Es porque se retractan de este incansable esfuerzo por domar a una humanidad que debe absolutamente salir de todas las formas de «salvajismo»?

Cécile Colle